domingo, 29 de marzo de 2020

La olvidada pandemia de Argentina que acabó con muchas muertes por el descuido de su gente.

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HISTORIA DE UNA EPIDEMIA OLVIDADA



El 16 de octubre de 1918 el periódico La Nación publicaba noticias sobre la gripe que habría ingresado a la Argentina bajo el encabezado "La grippe no debe alarmar, su presentación benigna". Se trataba de una columna tranquilizadora acerca del impacto que podría llegar a tener la "grippe" en el país. Lo comparaba con las condiciones en que se había desarrollado en Europa: la guerra y las deficiencias alimentarias provocadas por ésta; y con el caso de Brasil, y observaba que en Buenos Aires las condiciones sanitarias y alimentarias eran completamente distintas, por lo tanto aconsejaba no temer a esta enfermedad16. Este medio emitió otro mensaje tranquilizador dos días después, el 18 de octubre, al observar que la sociedad de la ciudad de Buenos Aires se burlaba de la enfermedad saliendo a pasear por sus calles y haciendo caso omiso de la posibilidad de un contagio17. Las mismas páginas daban cuenta de un fenómeno que es una constante cuando aparece alguna epidemia: la especulación alrededor de ciertos productos con los cuales era posible preservarse de la "grippe", según el conocimiento popular. El periódico denunciaba que las pastillas de alcanfor, los laxantes y las sales de quinina habían aumentado su valor en diez veces18. En días posteriores, en el mismo periódico, comenzó a aparecer publicidad de distinto tipo acerca de productos cuya utilización, aseguraban, serviría para evadir o curar la "grippe".

Este fenómeno, usual cuando se declara una epidemia, es parte de lo que se ha denominado "oferta oportunista", basada en el ofrecimiento y el consumo de productos que en tiempos normales no son de uso común (Cabonetti y Rodríguez, 2007). Por otra parte, constituye un síntoma de que la sociedad porteña no se encontraba tranquila con el desarrollo de la epidemia.
Hacia fines del mes de octubre, el clima de calma que, según el diario mencionado, había predominado hasta el momento, comenzó a descomponerse.

El 26 de octubre de 1918 el gobierno dispuso la limpieza del Riachuelo, un río completamente contaminado que pasa por la ciudad de Buenos Aires. Ordenó que se sometiera a examen a aquellos inmigrantes que llegaban en barco desde Europa y que los que presentaran síntomas de la gripe fueran internados en un lazareto dispuesto en la isla Martín García. Incluso se "desinfectaría" a aquellas personas que migraran desde Chile. Las autoridades sanitarias dispusieron también la inspección de talleres con el fin de que los obreros trabajaran en las mejores condiciones higiénicas. Se aconsejaba evitar las reuniones en lugares cerrados, y se dispuso el riego de calles, el cierre de escuelas en todo el país y la clausura de los lugares de diversión como cines, music halls y circos.

Se trató de medidas encaminadas a evitar el contagio y que no fueron muy distintas de las que se llevaron a cabo en el invierno del año 2009 en relación con la epidemia de influenza A (H1N1). Pero la pregunta que surge de este relato va encaminada en otra dirección: ¿por qué el cambio de actitud del Estado, que pasó de una pasividad extrema a una actividad intensa?

Consideramos que fue la opinión pública porteña la que cambió su ánimo. Según los datos con que contamos, de las 422 muertes que sucedieron como consecuencia de la "grippe", 32.7% se dieron en el mes de octubre, es decir, ocurrieron 138 muertes en tan sólo 12 días aproximadamente. A esto se sumaba el número cada vez mayor de enfermos que pedían asistencia19. Estos indicadores generaron alarma en la sociedad porteña. El Estado comenzó a tomar medidas mucho más drásticas para prevenir el contagio de la enfermedad. Así, la primera percepción optimista sobre la "grippe" desapareció en tan sólo seis días y el pánico comenzó a apoderarse tanto del Estado como de la sociedad. Confirma esto la revista Caras y Caretas, con su publicación de una serie de caricaturas del ámbito económico social y científico sobre diversos personajes que aprovechaban la gripe con el título "La epidemia de moda o el pánico de la gripe"20.

Las medidas tomadas por el Estado tendieron a endurecerse en noviembre del mismo año: se suspendieron las congregaciones y la asistencia a los cementerios en el día de los muertos21; se derivaron los enfermos graves de gripe de los hospitales de la ciudad al hospital Muñiz, que comenzó a hacer las veces de lazareto, y se profundizó la cuarentena en la isla Martín García para aquellos que llegaban al país en barcos. Al igual que en muchas otras epidemias que había sufrido la Argentina, nuevamente el Estado y la sociedad habían sido sorprendidos por la enfermedad. La "grippe" se encontraba en suelo argentino y las consecuencias serían de suma importancia una vez que pasara el estío.

En mayo de 1919 hubo un nuevo brote de gripe española en Argentina, que como ya fue dicho, impactó con más fuerza en las provincias norteñas. Esto se reflejó en las preocupaciones del Estado y también en los periódicos, que comenzaron a publicar más noticias sobre la gripe en el interior y menos sobre lo que sucedía en la capital de la República, fenómeno que se había dado el año anterior y que es un indicador del impacto de la epidemia.

Una de las medidas que tomó el Departamento Nacional de Higiene, entonces la principal autoridad sanitaria del país, "con el fin de contribuir en la campaña profiláctica que se lleva a cabo en el interior de la república para evitar la propagación de la gripe", apenas comenzada la epidemia, fue el envío de un médico y un guardia sanitario a las principales provincias afectadas. Estos galenos, junto con sus auxiliares, viajaron a Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Corrientes y los territorios nacionales de Chaco y Misiones22. Mientras tanto, en la ciudad de Buenos Aires, la gripe tenía carácter "benigno", según publicaba el periódico La Nación23. Sin embargo, este diario difundía noticias alarmantes acerca del desarrollo de la gripe, en el interior del país, las cuales evidenciaban una situación sanitaria delicada. En ese contexto, todos los distritos provinciales o municipales comenzaron a tomar medidas de carácter sanitario con el fin evitar el desarrollo de la enfermedad.

El Estado y la medicina se toparon con varias dificultades, entre ellas que las medidas fueron tomadas cuando la epidemia ya había entrado y se había instalado en cada una de las provincias y ciudades. Las disposiciones eran distintas en cada distrito; así, en el caso de la provincia de La Rioja, éstas llegaban a extremos como la prohibición de concurrir a velorios, salvo para los deudos; la distribución de impresos que exponían las acciones necesarias para evadir la enfermedad, y el cierre de los lugares donde pudiese reunirse una conglomeración de población, como los templos religiosos. La orden de cerrar los templos es muestra de la gravedad de la situación o de la percepción de gravedad que tenían las autoridades acerca de la epidemia, pues con anterioridad se tendía simplemente a desinfectarlos24.

En Jujuy se cerraron los establecimientos educativos, y lo mismo en Tucumán, donde la epidemia no disminuía su agresividad. En Belén (Catamarca) se notificaba que en todas las casas había enfermos y que ya no había quien los atendiera25. La intendencia de la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, destinó recursos humanos y monetarios para sanear la ciudad de suciedades y restringió el funcionamiento de los lugares de reunión pública26. Estas y otras medidas eran utilizadas políticamente tanto por el oficialismo como por la oposición, pues se acusaba a los gobiernos provinciales de inacción frente a la enfermedad, como fue el caso de la provincia de Tucumán27 o el del intendente salteño que "paseaba por los hogares de las familias pobres repartiendo dinero"28.

Estas apreciaciones permiten pensar en la utilización de la epidemia como factor político, cuestión puesta en juego que va más allá del hecho mismo de la epidemia y de las medidas sanitarias implementadas. El desarrollo de la enfermedad suscitó cierta susceptibilidad en la sociedad, que en muchos casos fue aprovechada por la oposición a los gobiernos en turno para generar críticas, pero también por los mismos gobernantes para consolidar y dinamizar las redes clientelares.

Los médicos enviados por el Departamento Nacional de Higiene, que tenían la misión de coordinar las acciones sanitarias en las provincias, solicitaban al poder central elementos como medicamentos y aparatos de desinfección que, por las grandes distancias, tardaban largo tiempo en llegar29. Lo cierto es que la epidemia de gripe dejaba también al descubierto un escenario de impotencia de la medicina para poner coto a una situación de escasez de recursos, tanto humanos como materiales, frente a una enfermedad que rebasaba todo tipo de acción que se pudiera emprender. Estas medidas no se modificaron en el tiempo que duró la epidemia, entre dos y cinco meses, dependiendo de la provincia.

Ahora bien, la epidemia fue una nueva prueba para el Estado, la medicina y la sociedad argentina, a la vez que se transformó en una fuerte preocupación en términos políticos y sociales, y puso al desnudo, nuevamente, los desequilibrios económicos y sociales de un país que crecía pero que no se desarrollaba; evidenció los problemas del Estado para contener la morbilidad y la mortalidad de una enfermedad como la gripe en un país vasto y heterogéneo, y la impotencia de la medicina al encontrarse cara a cara con una epidemia difícil de controlar.
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